Qué ojitos más dulces que tenés, Juvenco.
Si en todo momento pudiera besarlos
mil veces trescientos besos les daría.
Si su número fuera más abundante
que las densas espigas de trigo africano,
tampoco podrían
nuestros besos saciarme.
Mellitos oculos tuos, Iuventi,
siquis me sinat usque basiare,
usque ad milia basiem trecenta,
nec mi umquam videar satur futurus,
non si densior Africis aristis
sit nostrae seges osculationis.
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