Al abordar el tema de cómo traducir a los clásicos, debemos recordar que no sólo estamos discutiendo posiciones teóricas, sino también estrategias pragmáticas que dan forma a la experiencia de individuos concretos. (J. M. Coetzee)

Las amenazas de Catulo en su poema 15

     El único acceso posible a los textos es la lectura y toda lectura implica siempre una interpretación. Las traducciones no están exentas de esa misma contingencia, ya que, necesariamente, también demandan un traductor que lea, comprenda e interprete el texto original. A su vez, si bien toda traducción constituye un puente entre la lengua del autor y la lengua del lector, no debemos perder de vista que traducir es también una estrategia de control.

En el caso de las literaturas griega y latina, sin lugar a dudas, el principal mecanismo de control, con relación a la traducción, residió, durante siglos, en el poder de decidir qué traducir. Numerosos textos, por el carácter obsceno de su contenido, fueron considerados indignos de los lectores que ignoraban el latín y, consecuentemente, se los expurgaba de las ediciones en las distintas lenguas modernas, o bien se los reproducía, sin traducción, en el contexto de las publicaciones bilingües.

     Aunque el Poema 15 de Catulo –a diferencia de los Epodos 8 y 12 de Horacio– no fue objeto sistemático de ese tipo de prácticas, muchas de sus traducciones han generado que comprenderlo sea una confusa carrera de obstáculos y no precisamente un puente. La versión castellana, de Joaquín D. Casasus, publicada en México en 1905, constituye un claro ejemplo:
  
 
Todo lector que desconozca el latín pasará por alto las diversas zancadillas que supone el texto de Casasus. Señalaremos las dos más evidentes. Mientras que en esta traducción Catulo le dice a Aurelio “cuídame tu a mi niña”, el poema latino sostiene “ut... conserues puerum mihi pudice”. “Puer”, en latín, significa “muchacho”, por lo que la “niña” de la versión española es una invención –para nada inocente– de Casasus. Lo mismo sucede cuando traduce “[le temo] a ti y a tu lascivia, que persigue a la par lo que es bueno y lo que es malo”, mientras que la versión latina dice “uerum a te metuo tuoque pene / infesto pueris bonis malisque.” En este caso, Casasus no somete al puer a un cambio de sexo, sino a una neutralización: el texto habla de “muchachos buenos y malos”, no de “lo bueno” y “lo malo” en abstracto. Es más, Catulo nos dice que esos muchachos son perseguidos, no por la “lascivia” de Aurelio, sino por su “pene”.

      Por otra parte, si el lector vuelve a repasar la traducción de Casasus, se quedará con numerosas dudas en lo que respecta a la amenaza final del poeta: “porque atado de pies castigo duro / te darán los mújoles y los rábanos”1. Intentemos comprenderlo mejor, leyendo de nuevo el poema, pero ya no en la traducción de Casasus, sino en la reciente versión castellana de Lía Galán, publicada en 2008 por la editorial Colihue:

 
Es cierto, cuando Lía Galán traduce “a quien, tomado de los pies, por la puerta abierta, atravesarán corriendo rábanos y peces”, la cuestión no parece mucho más clara, aunque en nota al pie se consigne el texto latino original “quem attractis pedibus patente porta”, se nos indique que la expresión “puerta abierta” es una metáfora anal y se mencione que el texto habla de un castigo recibido por los adúlteros, aludido en un pasaje de las Nubes de Aristófanes. Tanto la traducción, como la nota al pie son eufemísticas, acaso no debido a la voluntad de reflejar la metáfora “puerta abierta”, sino al prurito de explicar que Catulo amenaza a Aurelio con meterle rábanos y peces –mújoles, también llamados lisas– por el culo. Supongamos, no obstante, que el lector, movido por la curiosidad, quiera ir a verificar su hipótesis: sólo nos queda desearle suerte, porque probablemente el traductor de Aristófanes haya decidido ahorrarle la referencia obscena.

Existen varios testimonios de que la “raphanidosis” (penetración anal con un rábano) era el castigo aplicado a los adúlteros en Grecia2. Acerca del deslizamiento de de “mugiles” por el ano, en cambio, sólo se conoce esta mención de Catulo y otra referencia de Juvenal3, cuyo escoliasta se siente obligado a explicar que las lisas son peces de cabeza grande y con la parte posterior del cuerpo más delgada, por lo que solían ser introducidos en el orificio anal de las personas sorprendidas cometiendo adulterio4. 
  
¿Pero por qué lisas y no cualquier otro pez? ¿Por su forma, como indica el escoliasta de Juvenal? Carecemos de mayores precisiones sobre el tema. No obstante, corresponde señalar que las lisas, a diferencia de los rábanos, no evocan la imagen de un falo. 


Personalmente, considero que no se trataría de una penetración anal con el pez completo (que, como sabrá cualquier persona que haya tenido una lisa en sus manos, resultaría, en términos prácticos, un castigo muy difícil de instrumentar), sino con sus huevas, a las que, por aquel entonces, probablemente, los habitantes del mediterráneo ya consumían disecadas en sal, como se hace hoy en día con las denominadas "botargas".

 
La forma de las huevas disecadas es fálica, al igual que la de los rábanos blancos, por lo que, si bien se trata de una elucubración personal, considero que resulta, argumentalmente, una idea mejor fundamentada que la del escoliasta de Juvenal, comentarista cuyo conocimiento de las lisas sospecho fundado en alguna referencia textual, pero no necesariamente en el contacto al aire libre con una caña cerca del agua.

Leamos, entonces, una vez más el poema de Catulo, pero ahora sin la niña, sin la neutralización del puer, conservando la metáfora de la puerta abierta y evitando reducir a un eufemismo la amenaza de la penetración anal:

Confío en vos, te confío la persona que amo, Aurelio, y te pido un pudoroso favor: si alguna vez deseaste con toda el alma que lo que amabas permaneciera puro e intacto, mantené púdicamente a salvo a este muchacho. No, no de la gente. No me preocupan los que cruzan la plaza de acá para allá, enfrascados en sus propios asuntos. Te tengo miedo a vos y a tu pija, que es un peligro para los jóvenes, sean buenos o malos. Cuando la tengas afuera y esté preparada5, movela por donde quieras, como te guste y todo lo que se te antoje: sólo con este, por pudor, te pido que hagas una excepción. Pero si los malos pensamientos y tu enfurecida excitación, desgraciado, te llevan a cometer semejante traición cuando yo me distraiga, ¡pobre de vos, miserable, qué triste destino te espera! Con las piernas abiertas, por la puerta de atrás, te van a entrar rábanos blancos y botargas.6

  
NOTAS

* Artículo originalmente publicado el 8 de abril de 2011 en Nexo de Luxe

1 Sobre la interpretación de este pasaje en el poema de Catulo, puede consultarse: Vincent J. Rosivach (1978) “Sources of Some Errors in Catullan Commentaries”, TAPHA 108, pp. 203-216.”
2  Aristoph. Nub. 1083; schol. ad Aristoph. Plut. 168; Luc. Peregr. 9.
3 Juv. 10, 316-317: necat hic ferro; secat ille cruentis / uerberibus; quosdam moechos et mugilis intrat.
4 schol. Juv. 10, 316-317: mugilis piscis grandi capite postremus exilis qui in podicem moechorum deprehensorum solebat immitti.
5 Interpretamos forīs como adverbio de lugar (“afuera”) y traducimos paratum como un participio neutro, sustantivado, en función sujeto. La traducción literal del sintagma ubi erit foris paratum sería, entonces, “cuando lo (pre)parado esté afuera”, en versión libre, “cuando la tengas parada y afuera” (cf. App. Verg. 2, 18: parata namque crux stat ecce mentula).
6 Agradezco a Marta Garelli por sus pertinentes observaciones con relación a la versión preliminar de esta traducción.
 

2 comentarios:

  1. Llegue a tu blog por intermedio de un link en una nota pero te puse en mis favoritos al toque. Tu trabajo es excelente y disfrute muchísimo las traducciones.

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  2. Gracias, Juan. Me alegro mucho de que te haya gustado. Voy a tener que preguntarle a Terranova cuánto me cobrará por la difusión, en unos días ha logrado que la gente se acerque a curiosear por acá mucho más que antes, cosa que agradezco un montón, claro.

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