Al abordar el tema de cómo traducir a los clásicos, debemos recordar que no sólo estamos discutiendo posiciones teóricas, sino también estrategias pragmáticas que dan forma a la experiencia de individuos concretos. (J. M. Coetzee)

Mart. 3, 93

A un cónsul por año, Vetustila, ya viste pasar trescientos. Tenés tres pelos y cuatro dientes. Soltás chirridos, como las cigarras. Sos negra y chueca como una hormiga. Hay más arrugas en tu frente que en tu ropa. Las tetas te cuelgan con la consistencia de una telaraña. Comparada con la abertura de tu boca, las fauces de un cocodrilo del Nilo son más chicas. Las ranas de Ravena, croando, te superan al cantar. Hasta el zumbido de un mosquito de Venecia es más dulce que tu voz. Sos más chicata que las lechuzas por la mañana. Tenés olor a chivo, el culo flaco como el de un pollo y la concha más huesuda que un perro viejo. Te dejan entrar en los baños públicos, sólo una vez apagada la luz, mezclada entre esas putas de baja calaña, que rondan las tumbas ubicadas al costado del camino. Para vos sigue siendo invierno en pleno verano, ni afiebrada podrías descongelarte. Ya enterraste doscientos esposos, ¿aún así, loca, todavía querés casarte y encontrar alguien que se excite con tus cenizas? Es como si la tumba de la centenaria Satia buscara un marido. ¿Quién va a decirle “mi mujer” o “mi esposa” a la que hace poco el anciano Filomelo le decía “abuela”? Si pretendés que alguien ponga sus manos sobre tu cadáver, que se prepare un lecho del triclinio infernal –el único adecuado para tu noche de bodas– y que el incinerador de cuerpos encabece, fuego en mano, el séquito de tus nuevas nupcias: porque, en esa concha, sólo puede entrar una antorcha fúnebre.

cum tibi trecenti consules, Vetustilla,
et tres capilli quattuorque sint dentes,
pectus cicadae, crus colorque formicae;
rugosiorem cum geras stola frontem
et araneorum cassibus pares mammas;
cum conparata rictibus tuis ora
Niliacus habeat corcodilus angusta,
meliusque ranae garriant Ravennates,
et Atrianus dulcius culex cantet,
videasque quantum noctuae vident mane,
et illud oleas quod viri capellarum,
et anatis habeas orthopygium macrae,
senemque Cynicum vincat osseus cunnus;
cum te lucerna balneator extincta
admittat inter bustuarias moechas;
cum bruma mensem sit tibi per Augustum
regelare nec te pestilentia possit:
audes ducentas nuptuire post mortes
virumque demens cineribus tuis quaeris
prurire. Quid si Sattiae velit saxum?
quis coniugem te, quis vocabit uxorem,
Philomelus aviam quam vocaverat nuper?
quod si cadaver exigis tuum scalpi,
sternatur Acori de triclinio lectus,
talassionem qui tuum decet solus,
ustorque taedas praeferat novae nuptae:
intrare in istum sola fax potest cunnum.

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