Al abordar el tema de cómo traducir a los clásicos, debemos recordar que no sólo estamos discutiendo posiciones teóricas, sino también estrategias pragmáticas que dan forma a la experiencia de individuos concretos. (J. M. Coetzee)

Ov. Met. 9, 704-797

Ifis y Jante

    Las contracciones de Teletusa aumentaron y la presión ejercida por el bebé facilitó el parto. El padre no supo que había nacido una nena y la madre dispuso el engaño de que fuera criada como un varoncito. Todos lo creyeron y nadie supo la mentira, a excepción de la nodriza. El padre, cumpliendo una promesa, la llamó Ifis, como su abuelo. La madre se puso contenta, porque era un nombre utilizado tanto por varones como por mujeres y llamarla así no era totalmente falso. Las mentiras, surgidas de aquel ardid inicial, permanecieron ocultas: se la vestía como a un varón y su rostro, que podía ser tanto de nene, como de nena, era precioso.
    Pasó el tiempo, Ifis. Y, cuando cumpliste trece años, tu padre acordó casarte con la hija del dicteo Telestes, la rubia Jante, quien, a causa de su belleza, era la joven más elogiada de la ciudad de Festos. Vos y ella tenían idéntica edad, eran igual de hermosas y recibieron, de los mismos maestros, la educación inicial correspondiente a sus primeros años. Después, el amor tocó el inexperto corazón de las dos, causando heridas iguales, pero con diferentes expectativas para cada una.
    Jante espera la llegada del matrimonio y de las antorchas nupciales, pensando que, quien ella cree un hombre, será su marido. Ifis la ama, sin esperanzas de poder gozar con ella. Eso incrementa aún más su pasión.
    La joven arde en deseos por otra muchacha y, casi sin poder contener las lágrimas, dice: “¿Qué salida me queda, si me cautiva una nueva y extraña clase de amor, hasta ahora nunca experimentada por nadie? Si los dioses querían protegerme, me hubieran protegido. Si querían castigarme, ojalá, al menos, me hubieran destinado un sufrimiento conforme a las leyes de la naturaleza y de las costumbres. El amor no estimula la atracción de las vacas por las vacas, ni la de las yeguas por las yeguas: el carnero se excita con las ovejas, la cierva persigue al macho. Y también las aves se aparean así: en el reino animal, no existen hembras arrebatadas por el deseo hacia otras hembras. ¡Preferiría no ser nada, ni una cosa ni otra!
    Para que Creta no dejara de producir monstruos, la hija del Sol se enamoró de un toro, sin embargo, ella era una hembra y él un macho. Si yo confesara la verdad, esta pasión sería una locura incluso más grande. No obstante, Pasífae igual siguió la esperanza de ese amor. Valiéndose de un engaño, bajo la forma de una vaca de madera, igual se unió con el toro, engañando al objeto de su pasión. En mi caso, aunque la astucia del mundo entero se conjurase en mi ayuda, aunque el propio Dédalo viniera, revoloteando con sus alas, ¿qué podría hacer? ¿Acaso podría convertirme de mujer en varón, recurriendo a sus ingeniosas artes? ¿Acaso podría transformarte a vos, Jante?
    ¿Por qué no templás tu espíritu y te reconciliás con vos misma, Ifis, renunciando a este tonto ardor carente de razón? Mirá bajo qué forma naciste y, salvo que quieras engañarte a vos misma, no pidas imposibles: amá lo que te corresponde amar como mujer. Lo que incita y alimenta el amor es la esperanza, pero a vos la realidad te niega esperanza alguna. De ese anhelado abrazo, no te alejan custodios, ni la preocupación de un marido celoso, ni la severidad de un padre: ni siquiera tu amada se niega a tus deseos. No obstante, aunque todo se te diera, aunque dioses y hombres hicieran lo posible, tu amor sería estéril, no podrías ser feliz.
    En este momento, ningún aspecto de lo que deseo carece de sentido, los dioses han sido generosos conmigo y me han dado lo que pudieron: lo que quiero es aprobado por mi padre, por ella y por mi futuro suegro. Es la naturaleza, más poderosa que todos ellos, quien no lo aprueba. Sólo ella me perjudica.
    Llega el momento anhelado, se aproxima el día del matrimonio: Jante será mía, pero no podrá tenerme. En medio del agua, estaremos sedientas. ¿Para qué venís, Juno, protectora de las bodas, para qué venís Himeneo, a esta ceremonia sagrada en la que falta un marido, en la que las dos somos novias?” Una vez que dijo estas palabras, se quedó callada.
    La otra muchacha siente el mismo ardor y ruega, Himeneo, que te apures. Teletusa, en cambio, tiene miedo, pospone la fecha, se hace la enferma para ganar tiempo e, incluso, a veces dice haber tenido visiones o presagios. Pero ya se ha quedado sin falsas excusas y el demorado casamiento es inminente: falta sólo un día.
    Entonces, desanudó las cintas que ataban sus cabellos y los de su hija y, abrazando el altar, con el pelo suelto, dijo: “Isis, que recibís culto en Parentonio, en Mariut, en Faros y en las sietes desembocaduras del Nilo, ¡ayudános y calmá nuestro temor! Hace años, diosa, estuve ante vos y estos atributos sagrados. Reconocí el sonido de los sistros, las antorchas y tu cortejo. Guardo celosamente en mi memoria tus indicaciones. Me dijiste que diera a luz a mi hija, que no sería castigada, esa fue tu gracia y tu consejo. ¡Ahora apiadáte de las dos y ayudános!” Las lágrimas siguieron a sus palabras.
    Teletusa tuvo la sensación de que la diosa había movido sus altares (y los había movido). Temblaron las puertas del templo, los cuernos deIsis brillaron como los de la luna y chasqueó el sonoro sistro.
    Feliz por el presagio favorable, aunque todavía preocupada, la madre sale del templo en compañía de Ifis, cuyos pasos son más largos que los habituales. La tez de su rostro ya no es tan pálida, aumentan sus fuerzas, se endurecen sus rasgos, la extensión de sus cabellos disminuye y tiene más vigor que una muchacha.
    ¡Así es, vos, que eras una mujer, ahora sos un hombre! ¡Llevá ofrendas en los templos y exteriorizá tu confianza en los dioses sin timidez!
    Teletusa e Ifis presentaron dones en los altares de la diosa y agregaron una inscripción, con un breve verso: SIENDO MUCHACHO, TRAE IFIS LA OFRENDA QUE HABÍA PROMETIDO CUANDO ERA MUJER.
    El día siguiente había iluminado con sus rayos el ancho mundo, cuando Venus, Juno e Himeneo se reunieron junto a las antorchas nupciales. Entonces, el joven Ifis tomó como esposa a Jante.
 
 
ut dolor increvit, seque ipsum pondus in auras / expulit, et nata est ignaro femina patre, / iussit ali mater puerum mentita. fidemque / res habuit, neque erat ficti nisi conscia nutrix. / vota pater solvit, nomenque inponit avitum: / Iphis avus fuerat. gavisa est nomine mater, / quod commune foret, nec quemquam falleret illo. / inde incepta pia mendacia fraude latebant. / cultus erat pueri; facies, quam sive puellae, / sive dares puero, fuerat formosus uterque. / tertius interea decimo successerat annus: / cum pater, Iphi, tibi flavam despondet Ianthen, / inter Phaestiadas quae laudatissima formae / dote fuit virgo, Dictaeo nata Teleste. / par aetas, par forma fuit, primasque magistris / accepere artes, elementa aetatis, ab isdem. / hinc amor ambarum tetigit rude pectus, et aequum / vulnus utrique dedit, sed erat fiducia dispar: / coniugium pactaeque exspectat tempora taedae, / quamque virum putat esse, virum fore credit Ianthe; / Iphis amat, qua posse frui desperat, et auget / hoc ipsum flammas, ardetque in virgine virgo, / vixque tenens lacrimas 'quis me manet exitus,' inquit / 'cognita quam nulli, quam prodigiosa novaeque / cura tenet Veneris? si di mihi parcere vellent, / parcere debuerant; si non, et perdere vellent, / naturale malum saltem et de more dedissent. / nec vaccam vaccae, nec equas amor urit equarum: / urit oves aries, sequitur sua femina cervum. / sic et aves coeunt, interque animalia cuncta / femina femineo conrepta cupidine nulla est. / vellem nulla forem! ne non tamen omnia Crete / monstra ferat, taurum dilexit filia Solis, / femina nempe marem. meus est furiosior illo, / si verum profitemur, amor. tamen illa secuta est / spem Veneris; tamen illa dolis et imagine vaccae / passa bovem est, et erat, qui deciperetur, adulter. / huc licet ex toto sollertia confluat orbe, / ipse licet revolet ceratis Daedalus alis, / quid faciet? num me puerum de virgine doctis / artibus efficiet? num te mutabit, Ianthe? / 'quin animum firmas, teque ipsa recolligis, Iphi, / consiliique inopes et stultos excutis ignes? / quid sis nata, vide, nisi te quoque decipis ipsam, / et pete quod fas est, et ama quod femina debes! / spes est, quae faciat, spes est, quae pascat amorem. / hanc tibi res adimit. non te custodia caro / arcet ab amplexu, nec cauti cura mariti, / non patris asperitas, non se negat ipsa roganti, / nec tamen est potiunda tibi, nec, ut omnia fiant, / esse potes felix, ut dique hominesque laborent. / nunc quoque votorum nulla est pars vana meorum, / dique mihi faciles, quicquid valuere, dederunt; / quodque ego, vult genitor, vult ipsa, socerque futurus. / at non vult natura, potentior omnibus istis, / quae mihi sola nocet. venit ecce optabile tempus, / luxque iugalis adest, et iam mea fiet Ianthe / nec mihi continget: mediis sitiemus in undis. / pronuba quid Iuno, quid ad haec, Hymenaee, venitis / sacra, quibus qui ducat abest, ubi nubimus ambae?' / pressit ab his vocem. nec lenius altera virgo / aestuat, utque celer venias, Hymenaee, precatur. / quae petit, haec Telethusa timens modo tempora differt, / nunc ficto languore moram trahit, omina saepe / visaque causatur. sed iam consumpserat omnem / materiam ficti, dilataque tempora taedae / institerant, unusque dies restabat. at illa / crinalem capiti vittam nataeque sibique / detrahit, et passis aram complexa capillis / 'Isi, Paraetonium Mareoticaque arva Pharonque / quae colis, et septem digestum in cornua Nilum: / fer, precor,' inquit 'opem, nostroque medere timori! / te, dea, te quondam tuaque haec insignia vidi / cunctaque cognovi, sonitum comitesque facesque / sistrorum, memorique animo tua iussa notavi. / quod videt haec lucem, quod non ego punior, ecce / consilium munusque tuum est. miserere duarum, / auxilioque iuva!' lacrimae sunt verba secutae. / visa dea est movisse suas (et moverat) aras, / et templi tremuere fores, imitataque lunam / cornua fulserunt, crepuitque sonabile sistrum. / non secura quidem, fausto tamen omine laeta / mater abit templo. sequitur comes Iphis euntem, / quam solita est, maiore gradu, nec candor in ore / permanet, et vires augentur, et acrior ipse est / vultus, et incomptis brevior mensura capillis, / plusque vigoris adest, habuit quam femina. nam quae / femina nuper eras, puer es! date munera templis, / nec timida gaudete fide! dant munera templis, / addunt et titulum: titulus breve carmen habebat: / DONA PVER SOLVIT QUAE FEMINA VOVERAT IPHIS / postera lux radiis latum patefecerat orbem, / cum Venus et Iuno sociosque Hymenaeus ad ignes / conveniunt, potiturque sua puer Iphis Ianthe.

1 comentario:

  1. Me maravilla el texto y la exquisita traducción a un impecable español bonaerense. Un trabajo sublime.

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