Al abordar el tema de cómo traducir a los clásicos, debemos recordar que no sólo estamos discutiendo posiciones teóricas, sino también estrategias pragmáticas que dan forma a la experiencia de individuos concretos. (J. M. Coetzee)

Ov. Am. 3, 7, 1-16

¿No es hermosa? –pienso–
¿No se viste de manera elegante?
¿No la he deseado numerosas veces?

Sin embargo, no sirvió de nada,
quedé mal parado, la tuve de gusto,
me acosté –qué crimen– como un peso muerto
de la cama ausente todo movimiento

Yo quería, ella también, pero no pude
sentir el placer de agotar mi sexo
en el lugar buscado.

Rodeó mi cuello el marfil de sus brazos,
superior en blancura a nieve Sitonia.

Provocaron mi boca sus besos,
cuando me invadió su lengua fogosa.

Enlazó su pierna sensual con la mía
susurró palabras, me juró “soy tuya”
dijo todo aquello agrada escuchar.

Y anuló mis planes mi verga inactiva,
como intoxicada por la fría cicuta

Entonces, tumbado,
todo un tronco insulso,
inútil la forma, ocioso el tamaño,
no se distinguían mi cuerpo y su sombra.


At non formosa est, at non bene culta puella,
    at, puto, non votis saepe petita meis!
hanc tamen in nullos tenui male languidus usus,
    sed iacui pigro crimen onusque toro;
nec potui cupiens, pariter cupiente puella,
    inguinis effeti parte iuvante frui.
illa quidem nostro subiecit eburnea collo
    bracchia Sithonia candidiora nive,
osculaque inseruit cupida luctantia lingua
    lascivum femori supposuitque femur,
et mihi blanditias dixit dominumque vocavit,
    et quae praeterea publica verba iuvant.
tacta tamen veluti gelida mea membra cicuta
    segnia propositum destituere meum;
truncus iners iacui, species et inutile pondus,
    et non exactum, corpus an umbra forem.


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