A menudo intenté ahogar mis penas con vino,
pero el dolor convertía todo el vino en lágrimas.
Abracé también muchas veces a otra,
pero cuando estuve a punto de amarla,
me acordé de ella y me dejó Venus.
Aquella mujer, al marcharse, me dijo que estaba embrujado.
Afirmó, humillada, que mi amante sabe inefables conjuros.
Pero se equivoca, no son sus palabras, sino su carita:
con sus dulces brazos, su rubio cabello me hechiza mi amada.
Saepe ego temptavi curas depellere vino,
At dolor in lacrimas verterat omne merum.
Saepe aliam tenui, sed iam cum gaudia adirem,
Admonuit dominae deseruitque Venus.
Tunc me discedens devotum femina dixit
Et pudet et narrat scire nefanda meam.
Non facit hoc verbis, facie tenerisque lacertis
Devovet et flavis nostra puella comis.
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