Al abordar el tema de cómo traducir a los clásicos, debemos recordar que no sólo estamos discutiendo posiciones teóricas, sino también estrategias pragmáticas que dan forma a la experiencia de individuos concretos. (J. M. Coetzee)

Cicerón, De Optimo Genere Oratorum

Traduje dos célebres discursos que polemizan entre sí y pertenecen a Esquines y Demóstenes, los oradores áticos más elocuentes. Y no los traduje como intérprete, sino como orador, expresando las mismas ideas, reproduciendo su forma y su estilo, pero utilizando palabras que se ajustan a nuestro uso habitual. En ninguno de ambos casos sentí la necesidad de intercambiar cada vocablo griego por otro latino, pero preservé la totalidad de la fuerza y de los rasgos propios de los términos. Consideré que el lector no precisaba de mí un reembolso por unidad, sino una compensación por el peso total.

Hay dos clases de opositores a nuestro trabajo. Una dice: “Igual, mejor los griegos”. A partir de lo que cabe preguntarse: ¿no podrían los griegos haberlo dicho mejor en latín? La otra sostiene: “¿Por qué voy preferir leer estas versiones y no las griegas?” Son los mismos que leen las comedias Andria y Sinefebos, y tampoco rechazan la Andrómaca, la Antíope o los Epígonos latinos. ¿Por qué es tanta su aversión por la traducción de estos discursos del griego, si no la manifiestan cuando se trata de versos?

Si, como espero, logro sacarle el jugo a estos dos discursos, aprovechando todas sus virtudes –es decir, lo que afirman, su estilo y su estructura– y siguiendo sus palabras sólo hasta el límite en que se alejen de nuestro uso –porque si bien no las tradujimos todas del griego, nos esforzamos para que tengan los mismos rasgos–, entonces los discursos de quienes deseen expresarse a la manera ática, se guiarán por estos parámetros.


[14] Converti enim ex Atticis duorum eloquentissimorum nobilissimas orationes inter seque contrarias, Aeschinis et Demosthenis; nec converti ut interpres, sed ut orator, sententiis isdem et earum formis tamquam figuris, verbis ad nostram consuetudinem aptis. In quibus non verbum pro verbo necesse habui reddere, sed genus omne verborum vimque servavi. Non enim ea me adnumerare lectori putavi oportere, sed tamquam appendere.

[18] Huic labori nostro duo genera reprehensionum opponuntur. Unum hoc: 'Verum melius Graeci.' A quo quaeratur ecquid possint ipsi melius Latine? Alterum: 'Quid istas potius legam quam Graecas?'Idem Andriam et Synephebos nec minus Andromacham aut Antiopam aut Epigonos Latinos recipiunt. Quod igitur est eorum in orationibus e Graeco conversis fastidium, nullum cum sit in versibus?

[23] Quorum ego orationes si, ut spero, ita expressero virtutibus utens illorum omnibus, id est sententiis et earum figuris et rerum ordine, verba persequens eatenus, ut ea non abhorreant a more nostro –quae si e Graecis omnia conversa non erunt, tamen ut generis eiusdem sint, elaboravimus– , erit regula, ad quam eorum dirigantur orationes qui Attice volent dicere.

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