Al abordar el tema de cómo traducir a los clásicos, debemos recordar que no sólo estamos discutiendo posiciones teóricas, sino también estrategias pragmáticas que dan forma a la experiencia de individuos concretos. (J. M. Coetzee)

Traducir: cuestión de rumbo y paladar

Traducir un texto es llevarlo (ducěre) desde un lugar hacia a otro (trans), desde una lengua hacia otra. No se trata de acompañar al texto en un camino elegido por él, sino de orientarlo hacia un trayecto que, por alguna razón, nos interesa a nosotros y, conjeturamos, podría resultarle atractivo a alguien más. 
 
Agarramos el texto y lo invitamos a nuestra casa, a nuestra lengua, a ese lugar compartido con potenciales lectores, que pueden haber pisado –o no– alguna vez el andén donde encontramos el texto, pero sin duda son baqueanos de la lengua que caminan día a día.
 
Llevar un texto de un lugar a otro es bastante sencillo, la dificultad radica en llegar verdaderamente a casa. Muchas veces, en el afán de tocar demasiados puertos a la vez, fondeamos en antiquísimas costas peninsulares, o encallamos en aguas neutrales, llenas de entelequias y endriagos.
 
En toda traducción, el secreto es saber siempre adónde vamos. No podemos prometerle al texto un asadito en el patio, para terminar ofreciéndole restos recalentados de cocido madrileño y guacamole.

4 comentarios:

  1. Tu blog es muy hermoso.
    Bueno... eso. Y gracias.
    Un abrazo.

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  2. Así es, la analogía final, describe bien lo ante escrito. Qué bueno la vuelta!
    Pablo.-

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  3. Gracias, Alejandro.
    Gracias, Pablo.
    Ando actualizando el blog, gracias por seguir leyendo.

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  4. Hermoso texto, Gabriela! Y concuerdo con Pablo, el final es genial. Para mí que alguna vez anduve por ese andén pero que seguramente ahora me pasaría el tren por encima, es un placer leer tus traducciones. Son tan buenas, justamente, porque sabés a dónde querés llegar.

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